WikiLeaks comparte documentos mexicanos… y el gobierno guarda silencio

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De un día para otro WikiLeaks se volvió en la peor pesadilla del gobierno estadounidense. Y es que filtrar más de 92 mil documentos militares no lo hace cualquiera. WikiLeaks dio paso a la transparencia en un conflicto bélico plagado por el secretismo y los motivos ocultos: la guerra en Afganistán. De la noche a la mañana se hicieron públicos (tanto a través de la página oficial de WikiLeaks como de varios periódicos prominentes) documentos y fotografías que dejaban en claro el por mucho tiempo sospechado abuso a los derechos humanos por parte del ejército estadounidense en Medio Oriente.
La poca legitimidad con la que contaba este ejército fuera de su país cayó aún más. Y lo mismo podría pasar con algunas dependencias mexicanas. Aunque en menor medida que con los documentos estadounidenses, WikiLeaks ha filtrado también algunos documentos mexicanos, entre los que se encuentran:

  • Registros y acuerdos de las negociaciones secretas entre México y Estados Unidos sobre la aprobación del Anti Counterfeiting Trade Agreement o ACTA, que busca regular la clase de datos que se comparten a través de internet para prevenir la piratería y el fraude bancario, entre otras cosas.
  • Investigaciones del Congreso de Estados Unidos sobre las elecciones presidenciales de 2006.
  • Una serie de documentos que registran que las Fuerzas Especiales de Estados Unidos han realizado misiones en toda América Latina (México incluido). Se incluye un mapa de sus operaciones solamente durante el año 2009 y figuran 19 países del continente.
  • Correos electrónicos filtrados por un ex empleado en una contratista de Petróleos Mexicanos (Pemex) que señalaban fallas de un sistema de administración de documentos en la paraestatal. Estos errores habrían costado millones de dólares.

A simple vista, el carácter público de ninguno de estos documentos representa una amenaza para la seguridad nacional, excusa muy utilizada por los servicios de inteligencia y encargados de seguridad interna en México para no proporcionar información sensible. Además el silencio del gobierno mexicano a dichas publicaciones da a entender que en realidad no se trata de nada que no podamos saber, o que no hayamos ya intuido. Pero éstas bien pudieran ser las primeras de muchas filtraciones. Y entonces, ¿qué pasaría?
Al respecto, Guillermo Valdés, director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), declara:
Es necesario que los gobiernos mediten si desean ser transparentes, pero poco efectivos en sus acciones, o si prefieren reservar alguna información con el objeto de ser más eficaces.
Se refiere a que la información que se pudiera compartir en México, a pesar de ser de menor importancia a nivel internacional que la desclasificada sobre el gobierno estadounidense, tiene un mayor potencial de poner en riesgo operaciones de seguridad al interior. En el caso de Estados Unidos, sus acciones al exterior traen desprestigio hacia sus fuerzas armadas y ejecutivo federal, pero, al menos en un primer momento, no arriesgan la forma en la que se conduce la seguridad doméstica. Es una de las ventajas de pelear una guerra lejos de casa, supongo. En cambio en México, la guerra se pelea en nuestras ciudades. Cualquier indiscreción por parte de funcionarios que resultara en la publicación de información clasificada podría reflejarse en el fortalecimiento de los cárteles de la droga y demás asociaciones delictivas. Algo así definitivamente debilitaría al Estado Mexicano en cuestiones de prestigio e imagen pública pero más importante aún, podría resultar en la muerte de miles de mexicanos más.
Esta situación me recuerda a lo que dijo el Joker (o Guasón) en la última entrega cinematográfica de Batman: “Soy como un perro que persigue un coche… ¡no sé qué haría si lo llegara a atrapar!” En México exigimos más transparencia, la perseguimos pero, ¿qué haríamos con ella? Y más importante aún, ¿cómo la utilizaríamos?

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